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jueves, 18 de diciembre de 2008

¿Nadie compra sus libros?

El uso que una coma tiene, en cualquier idioma, es el de dividir una oración en componentes menores, para ayudar a comprender el sentido de lo expresado. Son conocidos algunos ejercicios escolares en los cuales una misma oración cambia de sentido al colocar las comas en distintos lugares sirviendo, además, para darle algo así como un "ritmo" a lo escrito.

Hemos visto demasiadas veces que una oración resulta tan larga que, al finalizarla, no sabemos a que se refiere el escritor, y debemos volver a leerla. Con solo dividirla con puntos, comas, punto y coma, ó paréntesis, el sentido se comprendería de primera intención. Intuitivamente es lo que como lector tiendo a hacer para poder entenderlo, pero preferiría que el autor ya lo hubiera hecho por su cuenta.

En lo personal suelo releer lo que escribo, tras la corrección ortográfica, en busca de detectar la falta de "ritmo" en mis escritos. La reescritura de muchas de mis cosas se debe más veces a esto que a falta de claridad y precisión en lo expuesto.

Otras veces encontramos que el autor se complace en adornar sus textos de manera excesiva, poniéndose barroco y recargado. En el caso de un escolar, que comienza a enfrentar la letra escrita, encontrarse con este tipo de dificultades hará que comience a molestarse con sus libros de texto y deje de prestar atención a lo que lee.

Si al joven le resulta una ardua tarea decodificar lo que se le ha querido transmitir, en la misma medida tendrá dificultades para incorporar ese conocimiento. Peor aun, luego es probable que comience a odiar por extensión a todos los libros.

Mi método de estudio cuando joven, consistía en marcar en los libros las partes del texto que resultaban significativas, y luego atender sólo a esas partes. Las páginas, muchas veces, quedaban reducidas a la tercera parte, y así lograba asimilar con mayor facilidad el concepto de la lección. Esto funcionaba tanto en Historia o Literatura como en Química o Geografía.

Es decir que las otras dos terceras partes venían sobrando. Dos tercios de relleno sin utilidad en un libro de texto. Podría haberse usado mejor esa cantidad de páginas para expresar algunas opiniones, o para agregar información útil.

Luego comencé a prestar atención a la sintaxis (esa cosa tan vieja y demodeé, digamos, que veíamos en nuestra escuela), y a la redacción en general. He encontrado que algunas personas no logran comunicarse efectivamente por falta de cuidado o preocupación al escribir, pero muchas veces es debido al simple y llano desconocimiento de algunas reglas básicas.

Es que poder unir algunas palabras no significa que estemos comunicando con éxito nuestras ideas. Sería como pensar que con solo aprender dactilografía nos convertimos en escritores.

Las nuevas tecnologías de hoy, nos pueden hacer pensar que como se cuenta con tantas facilidades para publicar, con sólo éstas herramientas basta. Pero sólo estaríamos en el estadio de haber aprendido a tipear, no a escribir.

Y es ese el quid de la cuestión. García Márquez sabe donde poner las comas, y las pondrá bien ya sea que esté usando una computadora o un palito sobre la arena. Pero mi vecina dice que los signos de puntuación solo complican la escritura y no los usa, cuando en realidad es que nunca aprendió a usarlos adecuadamente.

Pero, ¿qué pasa con lo que se ve cotidianamente en nuestras pantallas y en los medios impresos? Nadie corrige, ni lo propio ni lo que otros escriben. A nadie parece importarle sentarse dos minutos a pensar como expresarse mejor.
Y los que supuestamente trabajan en ello no están entrenados para hacer bien su trabajo.

Conocí a un caballero inglés que trabajó en Nueva York para una editorial medianamente importante, como corrector. Debía no sólo hacer una corrección ortográfica y de sintaxis sino verificar la exactitud de las citas, pies de página, la bibliografía (tanto la exactitud de los nombres de obras y autores como la pertinencia o no de ser incluidos en la misma). No conozco en qué parte se haga un trabajo tan intenso.

En el caso de todo lo que pulula por la web, la velocidad a la que obliga el funcionamiento de sitios y newsletters ha hecho que, al parecer, se abandone la precaución de corregir el material escrito.

Puede disculparse que el mail de un conocido aparezca mal redactado y pésimamente puntuado, pues lo que se busca en estos casos es comunicar algo informal y de menor interés; pero en publicaciones profesionales, con destino comercial o de difusión de ideas, como es el caso de un libro, causa muy mala impresión ese tipo de defectos.

Y es que este es el punto al que quiero llegar. Quien trata de comunicar alguna idea, o pretende que lean su libro - y por supuesto que lo compren - no puede darse el "lujo" de expresarse inadecuadamente. Venderá menos, o con mayor dificultad, o será menos creíble si no logra hacer sentir "cómodo" al otro.

Porque estar bien redactado es, en gran medida, lo que puede hacer que un libro cualquiera sea un éxito de ventas, mientras que el que no lo esté solo será relleno en las bodegas de los editores, o un original nunca editado en
el cajón de su autor.

Alguna vez escribiste (si mal no recuerdo) que tenemos un idioma muy rico, que nos da amplias posibilidades de expresión. Hacerlo mal es no solo una falta de respeto al español sino una mala estrategia para llegar a quien nos interesa.

Debemos hacer el mayor esfuerzo para lograr mejores textos. Irá en favor de nuestro propio interés, y el de nuestros lectores.

Por Adolfo R. Pinco

Fuente: Mercadeo Editorial: Ideas para publicar y distribuir libros


Un Saludo
C. Vera
Mis Historias y Poemas

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